Sensación de interminable tarde
Un ángel que cae y acaricia tu mano;
Un aviso cuyo significado he olvidado;
Un instante cualquiera lejos de lo mundano;
Un beso, una sonrisa…
Contemplarte soltando poco a poco tu mano
En una despedida que se me antoja interminable;
Muy extraño.
Probé tus labios por primera vez, lejos
Del exiguo deseo que tantos días encontré,
En un domingo cualquiera de café, pastas y té;
Como en un invierno frío donde afronté tú
Calor estival; me sigues sonriendo… no tengo rival.
Ahí en lo alto, dónde sólo el cielo yo puedo tocar
Con la yema de mis dedos, rozando lentamente
El famoso terciopelo del cual están hechas las nubes;
Volar libre sobre el vasto e inmenso océano
Que es azul y claro, como el mismo cielo;
Me sentí tan bien cuando te vi sonreír que
Todo mal pareció extinguido en este mundo loco,
Loco, loco por ti.
Sentados ya en el parque, junto al jazmín
Olvidado de Enero, recogí una flor bien blanca
Y que olía a noche de verano; la tendí sobre la
Palma de tu mano, apreté bien fuerte sumiéndola
En un sentido abrazo y de tanto apretar desapareció,
En menos que canta un gallo; desapareció esa bella flor
Que de tanto apretar se perdió dentro de ti;
Esa flor que tú has de buscar, la que te pertenece,
La que no se desplaza a ningún otro lugar;
Esa, sí, esa flor; esa flor que te llevaste en el abrazo,
En la vida, en el corazón, en el alma;
Esa flor sí, esa blanca flor de amor
Que en ti ahora descansa.
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