No hay más ciego que el que no quiere ver
Me conmueve y provoca
Un profundo dolor que me evoca
A contarte tantas cosas
De cuando en una época
Yo mismo era un rumor sin sombra.
Tu te has convertido
En un fiel reflejo ya extinguido
De una forma de vida
Que se perpetua entre la oscuridad
De una habitación en penumbra
Y un sollozo extremo de
Madrugada aciaga.
Lloras y lloras como lo hace
El cielo sobre las aguas
Vertiendo toda su sustancia
Y sin dejar en el cielo nada.
Qué pena niña, qué pena
Que el dolor se adueñe de ti
Y dejes de ser aquella
Que sonreía a todas horas
Como las niñas buenas.
Yo lucho por tu despertar,
Eres mi amiga desde tiempo atrás,
Eres parte de mi historia,
De pasado reciente
Y no puedo soportar verte
En ese estado de lamentación.
Te hablo, te escucho,
Dialogamos llegando a puntos
Intermedios que no llevan a ninguna parte;
Y siempre mantengo la esperanza
De que no sea demasiado tarde
Para que despiertes y puedas rehacer tu vida
Libre y constante.
Irene vuelve, sé la de antes.
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