Piedra a piedra
Y piedra sobre piedra,
se van levantando estos muros
que construyen tu castillo.
Y dulce prisionera,
que desde tu ventana
divisas toda la caleta;
tú, triste princesita mía,
que clamas noche y día
mi amor desde la distancia.
Grita, a los cuatro vientos,
la libertad de tu vida
y que no se pase tu tiempo
entre un cúmulo de mentiras
y de engaños palaciegos.
Vive y ama en libertad,
que no haya ningún ogro
deprimiendo tu corazón,
no le niegues tu vida a la mar
que con su espuma contra
las rocas corea tu nombre,
sin pararse ni un minuto a pensar
que tú, princesita mía, viniste a mi vida a dar
en un momento cualquiera
y que de ahí no te puedo sacar.
Sobre la orilla de la playa,
sigo el camino de tus pisadas,
sin cuestionarme el destino,
los posibles peligros
y las canalladas.
Yo, que he venido desde
lo oscuro a buscarte,
déjame, que sea quien te rescate
y no conviertas este cuento
en una historia de desastre.
Te sigo y seguiré cantando
a la luna llena,
esperando desde la inmensa noche
cualquier palabra desde tu
ventana caletera.
Te echo de menos en el ocaso
cuando el sol se esconde
ahí afuera.
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