Áurea melena que mece el viento,
Teje con hilos su tul en silencio,
Las redes tira al acecho,
La dama dorada de cabellos sueltos.


Con la mirada te convierte,
En piedra sin vida, inerte,
Te atrapa en su juego,
En su locura de amor,
Y cuando despiertas,
Es demasiado tarde,
Tu alma ha partido en dos.


Una para ti,
Una para ella,
Se llevo tu alma,
Como grata recompensa,
Siempre te faltará una mitad,
Como aquella oportunidad,
Que no se pudo y nunca fue,
Tu alma partida en dos,
Es la testigo de su mala fe.


La imposibilidad lógica,
No entiende de premisa,
El corazón siempre libre,
Aterriza dónde divisa,
Pero si la mente es clara,
La fe que estigmatiza,
No hay oportunidad que valga,
Al sentimiento y a la sensación
Que martiriza.


Mártir del propio sufrimiento,
Una oración temprana que clame tu ruego,
Libera mi alma dividida,
Por mi mente clara,
Sin dudas ni heridas,
Tan sólo en blanco fraticida,
Olvida el recuerdo,
De su mirada asesina,
Que tengo por las venas,
El río de sangre,
Que de su boca
A mi mente contamina.

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