Hacer el amor con la muerte

Esta noche es pura de estaño y plata
y la muerte me visita a deshoras
como amante bandolera por Sierra Nevada;
me viene a buscar a la cama,
hipnoticamente me levanta
y poco a poco me va llevando al salón
dónde tumbada en el sofá reposa
con sinuosa parsimonia eslava.

Me mira fijamente con esos grandes ojos,
me arrastra hasta las profundidades 
de lo desconocido y angosto,
se desprende de sus ropas lentamente
como tu y yo en las noches de Agosto.

Sus pechos son dos diamantes negros,
carcomidos, pero pulidos por el tiempo,
los años la hacen más hermosa y duradera
la muerte bandolera de Sierra Morena.

Se desprende de su traje, 
en esta habitación estamos ella y yo solos, 
no existe nadie, ni el cómo ni el cuando,
estamos ella y yo rodeandonos 
ardientemente como fuego fatuo.

Se me enreda en el cuello,
tropieza por mi pecho anidando en la barriga,
se enreda en mi sexo provocando
convulsiones no fingidas;
me recreo en ella, la navego como
un barco velero que cruza el desierto
por el cielo negro,
de negra arena, de negra alma,
de negro sentimiento
que en mi corazón se encarna.

Pasan las horas, nos cubre el silencio,
y no quedan testigos de este oscuro siniestro;
hacer el amor con la muerte mientras te espero,
es el más cruel reto 
que tendré que soportar en vida
mientras tú mi amor estás lejos.

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