La jinete de luz de luna

Al borde de la vereda
entre los árboles altivos,
la luz de luna acaricia sus copas
de plata almidonada y jacinto.

En mi caballo montado,
escudriño cada silueta del paisaje
y sólo veo sombras
entre ruidos de pájaros y ramajes.

Que clara está esta noche la luna
y que luz más pura,
solo con mirarla cura todas mis heridas
dejando en mi piel su humedad sin dudas.

Se escuchan cascos a lo lejos,
de un galope sin freno, 
el viento trae su sonido desde no muy cerca
pero lo intuyo.

Al filo de la colina, como a un sueño lejano,
la silueta de puro oro y estaño
cabalga sobre el filo
de los riscos a lo alto.

La persigo como a un imposible,
y corro más que el tiempo en la noche,
en la inconsciencia, sin saber a dónde voy,
quién es o si es peligrosa. Me da igual,
por encontrarla daría cualquier cosa.

Entre arbusto y silencio,
visualizo un lago, en la quietud de la noche
estrellada, donde la luna que reina
su reflejo sobre el agua reflecta. 
Un claro de luna...

Elevo la mirada, frente a mi una roca,
y sobre la roca la silueta de una mujer
echa de sueños y rubíes en la boca.

Su mirada, su pelo al viento,
su intenso olor a nardo.
A mí, desde la nada, has llegado,
y sobre la luna, la tierra o cualquier lago
seré quien proclame tu amor
desde cualquier sentimiento
que puedan desarrollar mis manos.

La jinete de la luz de luna

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