1931

Un canto rojo amanece,
El sol amarillo nace,
El frescor de la mañana,
Rocía los lirios y lilas,
Que sobre la tierra descansan.


Solución a mi problema,
Ansiada libertad me aqueja,
La voz de la unión me anima,
Verdad más que poema,
Realidad en la vigilia.


Y mi corazón te siente,
Mía, mía y mía,
Como de mis hermanos,
Bajo un mismo sol,
De progreso e igualdad,
De lucha y de nación.


Un escalofrío recorre mi cuerpo,
Afrutando mi piel sensible,
Ecuánime y diligente,
Que como una tabula rasa,
Nada escrito ha de haber en ella,
Más la pureza del alma
Y el himno de una trompeta.


Clamo día y noche tu vuelta,
En el tercer piso de aquella
Casa desierta,
Sin llave para la cerradura,
Que unas manos viejas
Ya no pueden arreglarla
Desde lo infame de su tortura
En la consternación amparada.


Respiro la sensación inaudita,
La proliferación insensata
De la locura que envenena
Mi mente insana.


La cordura la perdí,
En la racionalidad asfixiante,
La lógica, la ética y lo cuadriculado,

El estatismo perseverante,
Que no lleva,
Más allá de la primera esquina,
Para dar la vuelta y
Cruzar la misma calle,
De vuelta a ningún sitio,
Con la estúpida parsimonia concurrida.


De nuevo, viejo y renace,
El grito ahogado en mi pecho,
Inundado por un silencio roto,
Que indiferente no deja a nadie,
Sumiendo todo en el recelo.


La contradicción de lo correcto,
La irreversibilidad de lo ambiguo,
El conformismo directo,
Lo fraticida de un redactado
Destino en el olvido y el silencio.

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