Velo de niebla


Y al alma blanca de almidón
Que vaga extenuada en madrugada
Transitando por las calles de algodón
Entre farola y farola desbocada;
Alzo la voz en su llamada,
Clara y altamente a las horas de la noche,
Sin encontrar ningún reproche,
A su atención anteriormente olvidada.

Tú que brillas con luz propia,
Alumbrando el corazón de un
Viejo amor sin sombra;
Dime tu consejo, señora nieblada,
Que de nieve te ves copada,
Si tan enero fue gélido y frío,
Entre luceros encontré su abrigo,
Cómo de aquella forma
Tan perversa pudo contagiarme la cabeza,
Con todos sus líos y desdichas,
Mezclando la confusión y el dolor
De manera tan hábil, que no hubo
Sospecha ni brecha en esta cabeza
Malograda, que a veces en soledad piensa.

Dama transparente dueña de la locura,
Que podría yo hacer para resarcirme
De esta locura, de mi maldición sin nombre,
Si amar fue mi castigo, dígame dónde,
Que iré a buscar delito y rendir cuentas
Al primer hombre.

Compañera, en mis noches eres la reina,
Oscura, siniestra, que me tientas con tus
Horas pasando lentas, minutos son horas
Y horas días de insomnio; espero que la
Luna nueva se lleve este demonio,
Que tan calado tengo dentro y no encuentro
Jolgorio, más el escondite de mi personaje
Prófugo.

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