de noche

Ante la soledad errante no puedo hacer nada; 
sería como negar los azules cristalinos o
los verdes eléctricos a mis ojos;
en nada se parece lo que sentía a lo que siento;
todo dentro de mi está muerto.

A veces, echando atrás la vista,
veo retazos de ese artista, callejero
vagabundo de otros lares,
imparable frente a la abominación del tiempo,
todo un señor, un portento.

¿dónde quedó todo él?

En la oscuridad de mi habitación
cómo esperando una resurrección,
me halló de espaldas al mundo,
aguantando la respiración por segundos
sin ningún indicio de su vuelta.

Aquí, sólo hay tristeza y una larga sombra,
recuerdos y horas,
poemas rotos llenos de colores vivos
que se fueron apagando
como las luces en septiembre.

A todas, a cada una de ellas
que se llevaron mi alma de mi cuerpo,
a mis recuerdos sobre el amor
y los sentimientos; 
ya no volverán, 
son anclas que en la rivera se encallan 
sin dejar proseguir mi rumbo hacia lo desconocido.

Sin embargo, duele el silencio,
la lejanía, el paso de los años,
el forjarse hombre y el dejar de ser el 
muchacho;
no volverán aquellas risas,
la soledad es inminente
y a cuán más avanza el tempus fugit,
menos oportunidades se presentan.

La vida, o la certeza,
no hay razón de ser
sin esa pizca de rareza.

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